Por Octavio Getino
Hay temas actuales en los que el silencio equivale a complicidad. Por ello creo que resulta legítimo exponer lo que se piensa y se siente aunque sea en términos meramente individuales.
La decisión de importantes sindicatos nucleados en la CGT de realizar un paro y una movilización –luego, felizmente, suspendidos- frente a la creciente campaña que intenta confundir a la población sobre el rol que cabe a esas organizaciones, no sólo merece ser respaldada por el conjunto del movimiento obrero organizado sino también por todos aquellos sectores de la comunidad que estén resueltos a defender los elementales derechos sociales y democráticos de los trabajadores, que es hacerlo también con los intereses de la nación argentina.
No se trata de ningún modo de un conflicto ni un “apriete” frente al gobierno nacional, una de cuyas bases principales de sustentación la constituye la inmensa mayoría de los trabajadores, sino de un gesto destinado a poner sobre el tapete la campaña que hoy ha recrudecido nuevamente contra diversas organizaciones sindicales y sus dirigentes. Campaña en la cual están comprometidos los sectores del campo político y económico que conforman lo que llamamos “buitrecracia”, una confabulación que integran tanto la ultraderecha como la ultraizquierda y el ultracentro –más poderoso que los anteriores-, impulsada y protagonizada por las grandes corporaciones mediáticas y sus personeros y escribas. Un nefasto sector residual de la comunidad que a diferencia de la “gorilocracia” de los años 50 y 60 ya no se contenta con intentar someter a los sindicatos y a los trabajadores a los intereses de quienes desde adentro y desde afuera usufrutuan las riquezas del país, sino que cada vez más necesitan alimentarse de la carroña existente o a inventarse, y allí donde ella no exista, de crearla ya que de ese alimento depende su sobrevivencia.
Denunciamos esta situación, más aun cuando los empresarios de los medios dominantes y antidemocráticos, junto con sus escribas, opinólogos y políticos cómplices, producen y diseminan una verdadera radioactividad mediática que atenta contra una auténtica democracia comunicacional y contra la cultura de los argentinos. Una situación grave que recuerda la de otras épocas vividas en el país, pero que ahora se basa en la manipulación mediática y en la desvergüenza de muchos aspirantes a ocupar algún espacio de poder político en los próximos meses, con la finalidad de poner trabas mayores al proyecto nacional, democrático y social que encarna actualmente la presidenta de la Nación y las organizaciones sociales que lo respaldan, dentro de las cuales, su columna vertebral es hoy, como siempre, el movimiento obrero organizado. Y al sostener tal afirmación, no se pretende encubrir aquellos vicios y limitaciones que históricamente han estado también presentes en muchas organizaciones y en numerosos dirigentes –y que deben ser juzgados antes que nadie por los propios trabajadores- sino que se trata de alimentar la memoria de todos y en particular de las nuevas generaciones. Simplemente para recordar que la principal, y a veces única, institución que desde siempre puso el pecho para defender la justicia social, la democracia y la soberanía nacional, estuvo y sigue estando representada por las organizaciones de los trabajadores y sus centrales sindicales. No fueron las organizaciones empresariales, ni la mayor parte de los partidos políticos, ni los representantes del poder judicial, ni los medios de comunicación hegemónicos, ni mucho menos la iglesia o las fuerzas armadas, quienes como instituciones se pusieron al frente en cualquiera de las dramáticas crisis que vivió el país en el último siglo. Correspondió a los sindicatos y ahora a su CGT plantarse frente a los enemigos internos y externos del país cuando las circunstancias lo requerían y ello explica de nuevo en nuestros días las repetidas campañas contra quienes mal o bien representan a los trabajadores organizados.
Que nadie se equivoque. Tales campañas no están destinadas a destruir a una dirección sindical u otra para hacer verdadera justicia, sino que pretenden destruir o maniatar a la institución más poderosa que han generado los trabajadores organizados, con sus luchas, resistencias y mártires, para defender los intereses de las grandes mayorías.
Ello reclama entonces, de la defensa –no ingenua ni obsecuente, sino crítica- de esta institución nacional y social y de los derechos que le son propios, dejando en manos de los trabajadores la decisión sobre el accionar de sus propios dirigentes, para que confirmen a quienes se lo merecen y juzguen crítica y duramente a quienes se valen de su posición para apropiarse de los derechos e intereses de sus representados.
Son decisiones que corresponden a los propios trabajadores, tanto por los nuevos derechos que han adquirido recientemente, como por aquellos que supieron y lograron conquistar a través de una larga historia de resistencias y luchas en las que estuvo en juego la dignidad del país y de su pueblo. Que nadie quiera ponerles palos en la rueda –sería como hacerlo con el propio gobierno nacional que hoy también los representa- y que menos intente hacerlo, la “buitrería” a la que nos hemos referido –en particular la mediática-, ya que lo único que ella pretende es seguir alimentándose de la mayor cantidad de carroña allí donde esta pueda encontrarse, a la vez que de generarla y acrecentarla día tras día, para perjuicio de los argentinos.
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